A Margadora

(No es que me haya cansado de quererte,
                                                         pero, en verdad,                                                                                        sí.)

Por Daniel Lanfranco

Foto: mancards
Foto: mancards

Mira,

No es que me haya cansado de quererte, pero, ¿en verdad?

Sí.
No es que cada vez que te veo se me ensaña la sangre hasta convertirse en putrefacción

odiosa,
¿pero, de verdad?

Sí.
Y no es que quiera hacer de mis recuerdos tuyos una muñequita de vudú y atormentarla hasta el olvido.

Tampoco quisiera meterla dentro de un auto, cubrirla de parafina y prenderle fuego pa’ ver como en llamas se precipita hacia el descuaje.

Pero sí.
Menos es que con el pasar de los días más tu presencia parece sanguijuela y parásito que succiona de sentido mis rutinas.

Para nada.
¿Es que sabí que?

Erí Amargura sin sentido:
cerveza salivada hastiando el culo de la botella.

Amarga y pantanosa:
sabor de asco marchando triunfante por el sistema digestivo
recordando
lo miserable que puede sentirse nuestra existencia.

 Pestilente:
piel hepática que enfermaste aún más con tu pesimismo.

Mira:

Al final no es que esté resentido de lo amargo,
si uno igual siempre se toma toda la cerveza.
Y no es que ande con caña todavía,
si ya
dejé de tomarte.

Es que me enfermaste,
y aún
sigo vomitando.


Daniel Lanfranco está cursando su último año de universidad (finalmente) donde se estará graduando con un major en Antropología, un minor en Sicología, y otro minor en Estudios Latinoamericanos. Su vida consiste principalmente en quejarse de las penas que su persona y la sociedad en la cual se encuentra sufren, en leer y escribir, y morirse de frío durante los inviernos canadienses. Por mientras ya que la literatura no promete ninguna ganancia con la cual pagar el arriendo, trabaja como mercenario culinario en distintos restaurantes en la ciudad de Toronto y repartiendo comida thai en bicicleta.